ENTREVISTA CON EL EXDIRECTOR DE RELACIONES EXTERNAS DEL BARÇA

Manel Estiarte: «En cuatro años hemos vivido 10 días difíciles, eso es lo excepcional»

D.T. / J.D.
BARCELONA

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-Guardiola dice que usted le ha ayudado mucho a entender a Messi.

-Al principio estaba preocupado. Quería ganarse a Messi porque intuía que ese chaval, que entonces tenía 21 años, era un diamante brutal. Preveía que el Barça dependería de él, y temía perderle. Era comprensible. Pep creció pensando en la colectividad no solo por ser centrocampista. Yo, en cambio, era como Leo a otro nivel: siempre adelante, todas las bolas a mí. Una ambición que Pep interpretó como egoísmo, equivocadamente. Quise hacerle entender que era ambición, que Leo tiene una autoexigencia tan alta de sí mismo que transmite a los demás esa exigencia y es como un tsunami. Es como un demonio interior y no sabes que lo tienes, ni lo puedes controlar. Eso es lo que le ha llevado a ser el mejor de la historia.

-Y ni así se libra de alguna crítica.

-Tenemos algo único que debemos disfrutar, proteger y compartir. Keita lo definió de maravilla un día que parecía tristote: 'No le pasa nada, el mejor jugador del mundo está viviendo su vida'. Y es verdad. Todos queremos que Leo sea como nosotros queremos, según nuestros estándares: que si más abierto, más cariñoso, que hable 60 idiomas, que sea 10 centímetros más alto…

-Alves dijo que si Pep pedía que saltaran por la ventana, saltarían.

-He estado en vestuarios de todos los colores. Si me piden días difíciles vividos ahí dentro, son diez. Que pueda recordar, cinco. Difíciles de verdad, uno o dos. Eso es lo excepcional, cuando lo normal, después de cuatro años, sería recordar aquella pelea, aquella discusión…

-Mascherano reconocía que el técnico tenía respuestas para todo.

-He escuchado a más de un jugador diciendo: '¡Qué cabrón, lo ha clavado!'. Por ejemplo, en Wembley. Fue una de las charlas que más me ha impresionado. Mientras hablaba, no es que participara, es que estaba jugando el partido como si allí estuviera Rooney. Delante de la pizarra, se movía de un lado a otro, gesticulando… Si cerrabas los ojos y lo escuchabas, ya estaba dentro del partido. Pasó todo lo que dijo. Durante el partido, pensaba: esto ya lo he visto, ya lo escuchado, ya lo ha dicho Pep…

-Con eso y otras cosas se ganó al equipo.

-El jugador valora que le den respuestas. Igual que quitar las concentraciones. No las quitó como un regalo sino por el aburrimiento. Eso sí, les dijo: 'Os pido que cuanto trabajemos lo hagamos con la máxima intensidad, sean 40 minutos, 50 o una hora'. Siempre han respondido. También es muy difícil juntar a gente con tanto talento y tanta dedicación.

-Eso habrá ayudado a superar momentos duros...

-A Pep le he visto llorar dos veces, una de felicidad y otra de tristeza. En Abu Dabi todo el mundo le vio. Noté que no iba a poder contenerse, y me aparté para que se desahogara solo. Y la otra es cuando me llamó la primera vez para decirme lo de Abidal. No podía parar de llorar, no podía hablar...

-Han disfrutado de intimidad y refugio en Sant Joan Despí.

-Una de las cosas más acertadas que hizo, a los tres meses. Me pidió: 'Dile al presidente que nos tenemos que ir a la ciudad deportiva cuanto antes porque si seguimos aquí nos haremos daño'. Yo no sabía ni dónde estaba. A los jugadores les costó al principio. Pero lo clavó. Y no es porque nos hayamos encerrado y huido del mundo real, como dicen por ahí. Hemos estado más protegidos y el equipo ha podido trabajar mucho más tranquilo.

-¿Se irá a Nueva York con él?

-No. Me quedo en Barcelona.