mUNDIAL

El orgullo de un país

Shakira, durante su actuación.

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JOAN Canela

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Suráfrica ha pasado la prueba con nota. Todas las dudas que había antes del Mundial se disiparon una vez que el campeonato entró en calor y se fueron ajustando las piezas. A pesar del fracaso de la selección, este país ha vivido el Mundial como una gran fiesta de principio a fin, coronada anoche con una exquisita y emotiva ceremonia de clausura. Con cierta autocomplacencia, se anota el gol de un desarrollo que de puertas para adentro se ve como«impecable». Con tanto entusiasmo es normal que cada día aumenten las voces que proponen que Durban o Ciudad del Cabo presenten sus candidaturas a los Juegos Olímpicos.

«El éxito del Mundial ha ido más allá de lo que esperábamos. Ha sido maravilloso», declaraba un pletórico Danny Jordan, presidente del Comité Organizador Local. El propio presidente del país, Jacob Zuma, alardeaba de«la capacidad de Suráfrica para organizar eventos de primera categoría»y hablaba también de«éxito total».

Seguramente se exageran los éxitos y se intentan minimizar los problemas, que también los ha habido. Sin embargo, después de muchos meses de críticas, acompañadas de las más funestas predicciones, sobre todo por parte de la prensa inglesa y alemana, esta sensación de victoria parece aplastante. Zapiro, el dibujante cómico más famoso del país, cuyas viñetas tienen más influencia que la mayoría de editoriales, dibujaba recientemente un grupo de periodistas ingleses comiéndose sus tabloides. Una imagen que expresa a la perfección el sentimiento mayoritario del país.

Pocas han sido las voces que desde Europa han reconocido sus errores en lo que preveían casi como una masacre. Solo el periodista del diario londinense The Guardian, David Smith, asumía con una buena dosis de ironía inglesa que«nadie ha sido asesinado a machetazos por una banda de negros furiosos ni otros han sido mordidos por una serpiente venenosa».

Leves carencias

Pero la euforia local no puede esconder que este Mundial ha topado con errores organizativos importantes, aunque no hayan llegado entorpecer su buena marcha. Los relacionados con el transporte se han llevado la palma. Colapsos a las entradas y salidas de los estadios, falta de información y mal funcionamiento de los servicios especiales de autobuses han sido las principales quejas.

Sin embargo, el escándalo mayor fue el bloqueo del aeropuerto de Durban durante el España-Alemania. Losjetprivados de los invitados VIP llenaron las pistas y cinco aviones provenientes de Johannesburgo y Ciudad del Cabo tuvieron que volverse atrás ante la imposibilidad de aterrizar. Miles de seguidores de ambas selecciones tuvieron que conformarse en ver el partido desde la televisión con la entrada en la mano.

En cambio, la seguridad, que se había convertido en una auténtica obsesión desde que la candidatura surafricana fue oficial, no ha generado malas noticias, lo que no deja de ser otro punto a favor. Los robos en algunos hoteles en los primeros días se quedaron en hechos aislados gracias a una gran eficiencia policial y al uso de tribunalesexprés,especialmente creados para el Mundial, que llegaron a condenar el robo de un teléfono móvil con 15 años de cárcel«por la imagen negativa que da del país en estos precisos momentos», tal como sentenció un magistrado. Esos juzgados no han dejado de recibir críticas de juristas y defensores de los derechos humanos. Pero ni los asesinatos, secuestros o violaciones que se daban por seguros se han llevado a cabo.

Una de las mayores críticas a nivel interno que ha recibido el Mundial ha sido su enorme coste y si esa cuantía era asumible en un país con grandes carencias sociales. Se calcula que la factura global rondará los 6.000 millones de euros, una cifra que ya nadie espera recuperar. Pero para muchos analistas, los beneficios de este Mundial no se pueden medir en términos meramente económicos.«Hay una inversión en imagen que es incalculable y que se irá capitalizando los próximos años», asegura el analista político Mark Geviser, que hace referencia a los«beneficios psicológicos, que son igual o más importantes».

A ese aspecto se refirió el mismo el presidente Zuma, que apuntó que«esta es la mayor oleada de júbilo que hemos visto desde la liberación de Nelson Mandela en 1990». Por su parte, Desmond Tuto, arzobispo de Ciudad del Cabo, se refirió no ya a ese sentimiento de unidad que se ha vivido estas semanas y que es impagable en un país siempre tan frágil y al borde de la ruptura, sino«que una nueva generación de surafricanos crecerán creyendo que los mayores proyectos son posibles».