a un paso de la gloria
Artículo de Antoni Bassas: 'Una semana para enmarcar'
Tres impactos de la última semana. El primero, comprobar la desesperación de la prensa del nacional-madridismo. No contentos con el ridículo ofensivo del año pasado de cagómetros y villaratos, ahora se inventaban el fin de ciclo, sin querer darse cuenta de que el fútbol del siglo XXI mira hacia Barcelona. Encima, el Barça contestó en el campo:
6-1 al Zaragoza.
El segundo, cuando Guardiola no va a Madrid a recoger un premio porque se queda a estudiar... ¡a la Cultural Leonesa! Y lo remata con otra frase para la Pep-antología, hablando de la Copa: «Aquí no se tira nada». ¿Cómo quieren que un tipo así no tenga el respeto de los jugadores?
Y el tercero, claro, es el 4-0 de Alcorcón, sumado al 0-2 de León, y jugando con los suplentes. La diferencia es clara: el Barça se ha construido con criterios deportivos. El Madrid, con criterios comerciales. En el vestuario del Barca manda el entrenador. En el del Madrid, donde llevan nueve entrenadores en seis años, mandan los jugadores y aún por encima de ellos, presidentes como el actual, que son los que de verdad fichan y alinean.
Dicen que así se gana el mercado global, pero, curiosamente, el mundo no quiere saber nada de esta gente. En Washington, en Chicago o en Nueva York, he mantenido curiosas conversaciones sobre la Liga española con taxistas (muchos de ellos africanos) e incluso los más madridistas lo tienen claro: No les hablen de Cristiano Ronaldo, ni Benzema. Los taxistas futboleros de EEUU hablan de Xavi, de Iniesta y Messi. Admiran el juego del Barça. Los latinos están rendidos. La pasión por el Barça es planetaria. ¿Sabremos hacer que dure muchos años? Todo esto hay que decirlo, aunque cuando se tiene la suerte de vivir una época como esta, un elemental sentido de la oportunidad invita a no hablar del Madrid, ni que sea porque festivales como el del 4-0 hablan por sí solos.
Y por un cierto sentido de la elegancia. En estos últimos seis años, el Barça ha tenido dos entrenadores como Rijkaard y Guardiola, que han dotado de sentido común y serenidad el discurso conceptual elaborado en can Barça, un discurso que históricamente se había movido entre los extremos de épica o victimismo.
Su respeto por el contrario, su silencio sobre los árbitros, su constante recordatorio de que el mérito es de los jugadores, su preferencia por la cantera, la escala salarial impuesta en el vestuario, la educación con que tratan a aficionados y periodistas, su magisterio sin pedantería y, en el caso de Guardiola, su plena dedicación, todo ello unido a los resultados, enseñan que el trabajo honesto desplegado con elegancia es el camino. Que tal como está el patio en Catalunya no es poca cosa. Que triunfe gente como Guardiola es bueno para el fútbol y para la vida.
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