EL MUNDO TRAS EL CORONAVIRUS: LA CULTURA (1)

Los museos, hacia una mayor convivencia física y digital

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Gemma Tramullas

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Durante los primeros días de confinamiento, las instituciones culturales se volcaron en lanzar contenidos en línea. Sin tiempo para reflexionar ni preparar una oferta específica, pero con la intención de ayudar, rebuscaron en sus fondos de armario y adaptaron las actividades presenciales que lo permitían al formato digital. Los equipos de redes sociales de los centros de cultura echaban humo. Pasados los días, el polvo de aquel bombardeo inicial ya se ha posado y se empieza a vislumbrar cuál puede ser el efecto a largo plazo de este experimento obligado de consumo cultural a distancia.

Si hay un centro que se siente especialmente interpelado por la pandemia es el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), un espacio cuyo objetivo es generar debate sobre los grandes retos de la sociedad. «El impacto de una crisis tan profunda no solo cambiará nuestro programa sino incluso nuestra propia función como institución cultural -reflexiona su directora, Judit Carrera-. En un momento de depresión colectiva tendremos la necesidad de volver a generar confianza en el estar y pensar juntos, en crear espacios de imaginación que vayan más allás de la pura supervivencia».

Ganas de "cuerpo a cuerpo"

Carrera asegura que en los últimos años se había dado «un cierto cansancio de la pantalla y una voluntad de volverse a encontrar cuerpo a cuerpo». ¿Podría el confinamiento alterar esta tendencia? «El miedo generará nuevas maneras de relacionarse pero parte de nuestro trabajo será volver a darle valor a la presencialidad y al estar juntos». 

El CCCB ha potenciado su archivo digital y ha ofrecido en línea algunas conferencias que tenía programadas, pero no brinda contenidos nuevos. El tráfico de visitas ha aumentado sustancialmente, pero Carrera recuerda que llevan años potenciando estos espacios virtuales. «Lo que hace esta crisis es acelerar una tendencia que ya estaba en curso», asegura.

Aceleración de procesos

El director del Museu Nacional d’Art de Catalunya, Pepe Serra, también hace énfasis en la idea de «aceleración» de procesos ya iniciados. «Si un bichito que aparece en la otra punta del mundo es capaz de colapsar todo el sistema internacional de museos, quiere decir que tenemos que trabajar de otra manera», plantea. 

El MNAC forma parte de las grandes instituciones museísticas que llevan tiempo reflexionando sobre el sentido de las megaexposiciones y dándole vueltas a la idea de museo km.0, un concepto que define un centro fuertemente vinculado con su entorno que tenga un uso intensivo por parte de los usuarios, como una biblioteca. El colapso actual podría agilizar esta mutación.

Paralelamente, Serra augura un crecimiento del consumo en línea, aunque este no vendría dado por el acceso a listas infinitas de obras ni a vídeos caseros de visitas comentadas por especialistas (como propone estos días el museo de El Prado), sino por la creación de contenidos específicos: «Algunos museos estábamos intentando cambiar de paradigma -explica-, dejar de describir las cosas que tenemos y pasar a narrarlas, explicar historias que, individualizadas, que vinculen a las personas con el museo».

¿Y todo esto gratis? Tanto Carrera como Serra advierten de que ahora la gratuidad de los contenidos culturales es coyuntural, tiene un objetivo solidario y no debería poner en riesgo los avances en la lucha contra la piratería ni el reconocimiento de la cultura como un bien de primera necesidad. Sin embargo, una vez empiecen a emitirse todos estos relatos personalizados en línea quizá sería el momento de plantearse un Netflix de los museos.