IMPACTO MEDIOAMBIENTAL

Internet también contamina, pero la solución no es desconectarse

Internet y el streaming también afectan a la emergencia climática

Internet y el streaming también afectan a la emergencia climática / ZML

Valentina Raffio

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Sí, navegar por internet contamina. De hecho, cada vez son más los estudios que se centran en medir el impacto ecológico de los recursos 'on line'. Las plataformas digitales, aunque no necesiten un soporte físico específico para funcionar, dependen de enormes infraestructuras en las que se procesan millones de datos durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Se calcula que hoy en día las infraestructuras necesarias para mantener en marcha todas las tecnologías de la información generan más del 2% de las emisiones mundiales y, si se sigue este ritmo, para el 2030 esta cifra podría aumentar entre tres y 10 veces respecto a los niveles actuales.

¿Significa esto que tenemos que desconectarnos de internet para frenar la crisis climática? No. Los expertos apuntan que la solución pasa por alimentar estas grandes maquinarias con fuentes de energía limpia. El último informe de la campaña 'Clicking clean', elaborado por Greenpeace, apunta la necesidad de que los gigantes tecnológicos se comprometan al 100% con el uso de energías renovables para seguir creciendo de manera sostenible con el medio ambiente. Grandes empresas como Facebook, Google y Apple (y todos los demás recursos digitales que dependen de estas) ya alimentan más de la mitad de sus servidores con energías renovables. Pero otras en plena expansión como Netflix, HBO y Vimeo siguen produciendo una gran huella ecológica. Los expertos reclaman una rápida reconversión de estas plataformas ya que todo apunta a que el consumo de vídeos por 'streaming' crecerá hasta ocupar el 80% del tráfico global de internet.

"El objetivo de estos estudios no es pedir la desconexión de internet, sino concienciar a los usuarios de qué hay detrás de nuestros hábitos de consumo y presionar a esta industria en plena expansión para que se comprometa con las energías renovables", comenta María Prado, responsable de campaña de energías renovables y transición energética de Greenpeace. "Ya no sirve de excusa que las empresas asuman un 'compromiso verde', necesitamos que se tomen medidas reales para conseguir que la huella ecológica de estos servicios sea lo más pequeña posible", añade.  

Contaminación digital

Una reciente investigación titulada 'The cost of music', realizada en colaboración entre la Universidad de Glasgow y la e Oslo, apunta a que el impacto medioambiental de los servicios de streaming dedicados a la música es alarmantemente elevado. El análisis traduce la huella ecológica derivada de los servidores y la cantidad de energía necesaria para almacenar y transmitir esta información en su equivalente en huella ecológica. En el año 2016, solo en Estados Unidos, el consumo de música en línea produjo más de 350 millones de kilogramos de gases de efecto invernadero. 

Ya hay estudios que estiman la contaminación de otras actividades 'on line'. Varios estudios calculan que el uso de las criptomonedas bitcoins generó 69 millones de toneladas de este gas contaminante solo en el año 2017. Pero este no es el único caso. Enviar un solo correo electrónico, por ejemplo, equivaldría a cuatro gramos de emisiones de CO2 en la atmósfera. También otras actividades como navegar por la red, responder a un mensaje de texto, mandar una foto, visualizar un vídeo, subir un archivo a la nube o poner un 'like' dejarían una pequeña huella ecológica que, si sumamos toda la información que circula por la red a través de todo el globo, se iría engrandeciendo poco a poco. Y es a gran escala cuando empezaría a suponer un problema para el medio ambiente. 

Responsabilidad individual y compartida

¿Pero son los ciudadanos los que, en última instancia, deberían asumir el peso de la huella ecológica digital? "La principal causa de la crisis climática es el consumo. Por lo tanto, la responsabilidad es de todos: desde las empresas que ponen en el mercado sus productos, a los consumidores que eligen libremente cuáles comprar. Los pequeños cambios son muy importantes, no solo porque la suma tienen un impacto considerable, sino porque se convierten en tendencias de consumo que las empresas están obligadas a seguir", comenta Ignacio Lacambra Guelbenzu, portavoz de la comunidad #PorElClima y ECODES (Fundación Ecología y Desarrollo).

"No olvidemos que el problema de base es el modelo y el sistema capitalista neoliberal sustentado por corporaciones, administraciones y políticos. Está bien concienciar a los ciudadanos sobre cómo podemos contribuir a 'salvar el planeta' en nuestro día a día, pero tenemos que ser críticos y estar atentos para que esto no sirva para descargar responsabilidades sobre los individuos y no sobre la estructura, pues es lo que busca el sistema", comenta Xuksa Kramcsak-Muñoz, investigadora del análisis del discurso sobre cambio climático. "La crisis climática no se va a frenar porque tú te desconectes de internet, dejes de escuchar música en 'streaming' y te des duchas más cortas. Tus hábitos de consumo, de hecho, influyen más bien poco en el resultado final si las grandes industrias siguen contaminando igual y extrayendo recursos naturales de forma inconsciente y violenta. Estamos ante un problema estructural que requiere adoptar cambios estructurales de manera inmediata", zanja Kramsak.