FOMENTO DE LA CIENCIA

Virus contra salmonelas

Un equipo de la UAB desarrolla nuevas estrategias, sin antibióticos, para combatir las tan habituales infecciones alimentarias de origen bacteriano

Montserrat Llagostera, en su laboratorio de la UAB.

Montserrat Llagostera, en su laboratorio de la UAB.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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El uso continuado de antibióticos está provocando que algunas bacterias con efectos nocivos hayan desarrollado genes de resistencia y sea de interés capital contar con «otro tipo de estrategias de control», explica Montserrat Llagostera, profesora de Microbiología Molecular de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). La bacteria que le quita el sueño es la salmonela, que ocasiona la enfermedad de transmisión alimentaria con mayor incidencia en la Unión Europea, y su estrategia para combatirla son los bacteriófagos: virus que infectan bacterias.

Llagostera y su equipo ganaron hace dos años una de las becas del programa Recercaixa, que otorga la Obra Social La Caixa a proyectos científicos innovadores. «La situación es crítica para investigar, por lo que ayudas de este tipo son imprescindibles para poder comprar material o contratar a técnicos», pone como ejemplos Llagostera.

La idea de combatir bacterias con bacteriófagos no es nueva -de hecho, se empezaron a usar antes de que se descubrieran los antibióticos-, pero sufrió un cierto ostracismo hasta que hace tres décadas cobró relevancia el problema de las resistencias. En el caso de la salmonela, los animales son los grandes portadores, pero no la sufren, y los hombres la adquieren generalmente al ingerir comida contaminada.

Buscar en las heces

El equipo de la UAB empezó a buscar en heces de animales virus que pudieran combatirlas. Se aislaron 60 tipos y al final se seleccionaron tres. «Hicimos un cóctel -prosigue- y se lo dimos experimentalmente a pollos contaminados con salmonela». La carga de salmonela en las heces se redujo drásticamente sin ningún efecto secundario. Sin embargo, aunque el éxito fue más que notable, se observó que debía mejorarse la estabilidad, es decir, evitar que los virus ingeridos pierdan su efecto bacteriófago al pasar por el estómago de los animales. «Por eso optamos al Recercaixa», insiste.

El equipo contactó con el grupo de Daniel Maspoch en el Institut Català de Nanotecnologia y en los dos últimos años han trabajado en técnicas para encapsular los bacteriófagos con materiales biocompatibles y seguros. Han desarrollado dos tipos. «Estamos en fase in vitro. Luego pasaremos a animales», concluye esperanzada.