Sábado, 29 de octubre del 2011 Jordi Bernabéu (Centelles)

Los últimos esperanzadores resultados del `Informe Pisa, presentados por la Conselleria d¿Educació frenaban el derrotismo en el que últimamente estábamos instalados. Pero finalmente parece que puede haber cierta manipulación en la gestión de los datos: haber reducido drásticamente el número de repetidores e inmigrantes de las muestras estadísticas puede haber influido en que los resultados hayan mejorado respecto a ediciones anteriores. Todo ello huele mal. No solo no se puede jugar con la educación sino que es éticamente dudoso segregar repetidores e inmigrantes, por el estigma que les podemos colocar. Por otra parte, la Consejería plantea dos nuevas propuestas: por un lado, limitar el número de suspensos y reformar las condiciones para poder pasar de curso, y, por otra, otorgar rango de autoridad legal a los docentes de nuestros hijos. Poniendo unas normas más definidas y concretas probablemente aseguramos más nivel. Pero también debe imperar la flexibilidad y sentido común en los casos de alumnos con dificultades, haciendo el esfuerzo de acompañarlos para finalizar los estudios. A fin de cuentas son los que probablemente luego no hagan estudios superiores. También es necesario que nos pongamos las pilas en hacer una transición digna hacia el mercado de trabajo y hacia la posobligatoria (bachillerato y, sobre todo, la formación profesional). El esfuerzo tiene que venir condicionado a unos objetivos mínimamente ilusionantes y unas expectativas de resultado. Me da la sensación de que poco impera la autocrítica y que cada vez pecamos más de ser excesivamente conservadores. Para acabar, cuatro breves reflexiones sobre los estudiantes. No se esforzarán por que otro se lo imponga. Se necesitan objetivos claros, motivadores e ilusionantes que justifiquen el esfuerzo. Quizás tendremos que replantear nuestro modelo como educadores. Y proponer algo más conectado con nuestras pretensiones y sus expectativas.

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