Martes, 12 de abril del 2011 Salvador Payés Castell (Barcelona)

Ya está bien de agresiones a la sanidad pública. Los políticos, con la tan llevada y traída crisis, se están cebando en algunos sectores con recortes irracionales. Es normal que planteemos recortes en asuntos como ahorrar el gasto de papel en oficinas, tinta de impresoras, etcétera, así como un control de los medicamentos que no se usan y de servicios innecesarios. Es necesario recortar, de acuerdo, pero hay servicios, funciones y materiales que son insustituibles. Soy padre de una enfermera joven que lleva dos años trabajando. Estuvo cinco años de auxiliar y estudiando para ser enfermera, y cuando la llaman de algún sitio resulta que es como una pelota; después de un año y medio ejerciendo de enfermera, ahora vuelve a ser auxiliar porque la empresa tiene orden de reajustar y reducir personal. El otro día, me contó algo que parece surrealista: un enfermo tuvo un vómito y no se le pudo cambiar la toalla porque no había toallas limpias. Las batas que dan al llegar ahora se reutilizan, y hay unidades cerradas por falta de personal y las urgencias se colapsan. Una hermana mía estuvo en la lista de espera cinco años para una operación de rodilla. Quedó bien, pero tuvo que ser intervenida de la otra, y a causa de tanta espera ahora está coja. Que se vayan a cerrar quirófanos para ahorrar me parece increíble. Tengo 58 años y hace 30 que soy autónomo, uso la sanidad pública ocasionalmente, pues pago una mutua privada; al hacerlo, como tantos ciudadanos, creo que algún dinero habré ahorrado a la sanidad pública. Lo que no era normal es que, hasta hace poco, cuando alguien ingresaba por un problema concreto se le hacía un chequeo completo con pruebas innecesarias. Hay que reajustar el sistema sanitario, pero no olvidemos que estamos hablando de personas y que una vida no se puede reajustar. Ya está bien.

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