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ESTUDIOS Y BUROCRACIA

Obstáculos para un universitario de 67 años

Lunes, 11 de julio del 2011 Albert de la Hoz Bofarull (Barcelona)

Tengo 67 años y estoy jubilado. En el 2008 hice el examen de acceso a la universidad para mayores de 25 años, y en septiembre del mismo año empecé a estudiar Humanidades la Universitat Pompeu Fabra (UPF), de la que tengo 160 créditos superados del total de 240. Para la asignatura de Antropología, el profesor nos encargó un trabajo de campo y yo elegí los juegos de mesa (bridge, canasta y dominó, principalmente). Para hacerlo, fui a un local en el que se paga y uno semipúblico, el de Catalunya Caixa. En cambio, no pude visitar un local 100% público, del Ayuntamiento de Barcelona. En el Espai Esquerrra me dijeron que no permitían la entrada de estudiantes para hacer encuestas porque habían recibido quejas y tenían órdenes del consejo del distrito de dejar pasar un tiempo. Sin embargo, ante mi insistencia, lo consultaron. Como la respuesta fue negativa, llamé al consejo del distrito del Eixample. La responsable parecía molesta por mi queja, y después lo confirmó al comentarme que estas visitas agobiaban a las personas mayores. Intenté explicar sin éxito que yo no pedía un privilegio por el hecho de tener 67 años, sino que precisamente porque mi edad coincidía con las de los usuarios del espacio, no me percibirían como a un extraño, sino como a uno más, un jubilado de una vida laboral larga. El hecho de que a los 67 años esté haciendo una carrera puede despertar curiosidad y un cierto interés, no una visita "agobiante" frente a la que los demás deban protegerse. Las formalidades de las personas mayores son también coincidentes; no digo que los jóvenes estudiantes no sean educados con los ancianos, pero la sensibilidad en los detalles es otra. De no haber lista de espera en Espai Esquerra, yo me habría hecho socio y habría realizado el trabajo sin ningún problema porque yo no hago entrevistas con una libreta en la mano, sino que me acerco a charlar con los demás. Todos los elementos expuestos fueron ignorados por el consejo del distrito, sin apreciar la excepcionalidad que represento, excepcionalidad dada por la proximidad de edad y la pertenencia a un mundo más cercano del que representan los jóvenes. Pero prevaleció el criterio automático, rutinario e irreflexivo de que yo pedía un privilegio.



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