Esta carta está dirigida a las personas que deciden qué pacientes son tributarios afortunados de una cama en un hospital público y a qué pacientes se los puede echar a las tres de la madrugada, después de ponerle tres bolsas de sangre. Hablo del Hospital Duran i Reynals, donde mi madre recibe tratamiento de quimioterapia por un cáncer. El otro día la tuvimos que llevar de urgencias al servicio del hospital de día USAC, por los efectos secundarios de la quimio. El diagnóstico fue que necesitaba una transfusión de sangre. El tratamiento le dio fiebre, pero esto no impidió al centro sanitario, bajo la excusa de los recortes y la falta de camas, mandarla a su casa. Ante las protestas de la familia, la respuesta fue que, como mucho, la dejaban quedarse hasta las siete de la mañana, y a aquella hora la sentarían en la sala de espera hasta que alguien la fuera a recoger. La sanidad pública está maltratando a sus usuarios más débiles. Si siguen en esta línea, y tal como ha dicho recientemente el conseller de Salut, señor Boi Ruiz, la única solución es la sanidad privada. Entonces, espero que el Govern no tenga la cara dura de contar con mis impuestos.
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