La desigualdad social no es solo un problema moral. Me preocupa la organización de la atención sanitaria porque es fundamental para el tipo de salud que promueve y también por las consecuencias sociales que tendrá una estructura que responde a unos intereses económicos que colisionan con los intereses de los ciudadanos. Desde 1986 tenemos una sanidad pública universal para todos, con unos rasgos específicos. La salud pública está muy poco desarrollada. Persisten mutuas para algunos colectivos privilegiados; algunas prestaciones no se incluyen, como la odontología, y otros son de difícil aplicación, como el aborto. La globalización económica impone unas reglas de mercado que intentan introducirse en todos los ámbitos en que hay posibilidad de beneficio, lo que incluye la sanidad. Esto nos conduce a situaciones de desigualdad. Ahora es difícil el acceso a derechos que creíamos garantizados y para los que hemos aportado nuestra contribución con los impuestos.
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