Los dos grandes problemas de nuestro sistema educativo son: la falta de esfuerzo del alumnado y que no ofrece una pluralidad de vías educativas hasta después de los 16 años. La falta de esfuerzo se origina en el momento en que el alumnado constata que no es necesario hacerlo para promocionar de curso. Los centros no pueden evitarlo ya que si lo hicieran muchos alumnos se irían a otros más permisivos. También influye la ley actual, que establece que los alumnos repetidores, aunque suspendan todo, tienen que pasar de curso al año siguiente. Es un gran acierto, de la reforma planteada por el ministro Wert, el establecimiento de una prueba externa al final de cada etapa, cuya la superación será necesaria para acceder a la siguiente. Estas pruebas son el gran estímulo que el alumnado necesita para esforzarse más. En pocos años mejoría la capacidad de esfuerzo y el nivel de conocimientos, así como sus resultados en las pruebas internacionales (PISA). El otro gran acierto de esta reforma es el establecimiento de una cierta diversidad de vías a partir de 3º de ESO y de dos modalidades en 4º: la dirigida hacia la FP y otra hacia el Bachillerato, seguidas de dos pruebas externas diferentes de acceso a estas etapas. De esta forma, 4º de ESO se convertiría en un primer curso de FP o uno de Bachillerato. Todos estos planteamientos pueden facilitar un gran acuerdo social y político por la educación, que por fin dé estabilidad al sistema. Parece que se ha tomado el camino adecuado para mejorar nuestro sistema educativo.
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