Viernes, 22 de mayo del 2015 Gemma Cerezo (Barcelona)

Discúlpenme, pero alguien lo tenía que decir. Y, naturalmente, quien lo dijo, y muy bien dicho, fue Joan Tardà. ¿Cómo se puede expresar en el Congreso de los Diputados una barbaridad como la que dijo el señor José Igancio Wert y esperar que no se le tilde de ignorante y de mala persona? Comparar la situación del castellano en Catalunya con la que tenían el catalán en la época franquista, además de ser una mentira como una catedral, es un insulto. ¿Desde cuándo se prohíbe el castellano aquí? Al contrario, en Catalunya se puede vivir perfectamente sin saber catalán. Yo, que nací en 1950 y cursé todos mis estudios mientras mandaba Franco, nunca estudié catalán en la escuela ni en la universidad y aprendí a leerlo y a escribirlo de forma autodidacta. No fue hasta su muerte cuando el estudio del catalán se generalizó. En los primeros años de la democracia, cuando la lengua catalana empezaba a entrar en las aulas, era un problema encontrar maestros que supieran lo suficiente para dar clases. ¿De verdad piensa, señor ministro, que es esta la situación actual del castellano en nuestro país? ¿A quién quiere engañar? 
Seguramente es un discurso que proporciona votos en el resto del Estado: fomentar el odio hacia los catalanes para pasar de puntillas por los otros problemas que hay y no dar explicaciones de su pésima gestión. Entiendo que utilicen estos argumento en los mítines de campaña electoral, pero no en el Congreso. Los diputados se merecen un respeto y no se puede intentar engañarlos utilizando demagogia barata. Alguien le tenía que parar a los pies; alguien le tenía que responder y no pasar por alto sus palabras ofensivas, y ese alguien fue el señor Tardà. Y curiosamente, fue expulsado de la sala. 

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