Hay un maltrato ignorado: el que se ejerce contra las personas que llegan al último capítulo de su vida y que en muchas ocasiones se encuentran indefensas ante sus maltratadores. Comprendo que es muy difícil detectar este maltrato debido a que en la mayoría de los casos acontece en el entorno familiar. No existen muchas campañas de sensibilización y desconocemos el protocolo a seguir si lo detectamos. Las instituciones son las que no trabajan lo suficiente para colocar este problema en la cabecera de la sociedad, como una prioridad incontestable y alejada de las rivalidades políticas. Son los responsables políticos los que deben liderar esta lucha contra los maltratadores de personas indefensas por su edad y condiciones físicas o de salud. Es el ejemplo claro y contundente de que la clase política se encuentra en otra sintonía, en otro plano que no es el de dar respuesta a las verdaderas necesidades sociales. No tener como prioridad la protección de los mayores es tirar por la alcantarilla algo muy importante: la conciencia que se encarna en la experiencia de nuestros mayores. Además, gracias a ellos, a día de hoy, podemos disfrutar de una calidad de vida aceptable envidiada por un gran número de países. Ellos, nuestros mayores, han construido la sociedad que tenemos en la actualidad. Una sociedad que vive en democracia y con un grado de libertad importante gracias a ellos.
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