Después de tanta fiesta pirotécnica y musical veraniega (no tengo nada contra la buena música a un volumen racional y que no suene hasta las 6 de la mañana), uno se pregunta el porqué de tanto ruido. ¿Acaso las vacaciones no son también para descansar? ¿No tenemos derecho al silencio en nuestra temporada de ocio? En la moderación está el justo equilibrio. Además, observo perplejo que lo primero son las fiestas, a pesar de la crisis, y que no se repara en gastos. Distraer al populacho para que no piense (fastidiando a muchos con el ruido) es la táctica por excelencia del poder. El catedrático de Derecho Administrativo Alejandro Nieto García lo denomina "captación populista de simpatías --y de votos--": "Los ayuntamientos tienen siempre las manos abiertas para fiestas populares, iluminaciones, espectáculos musicales (que llaman culturales) y jolgorios acompañados de ruidos infernales. En periodos de expansión o de recesión, tienen claro que lo más importante es entretener al pueblo con circenses". Y no podía ser más acertada la frase de Josep Pla: "Cuanto más vacía es la existencia, más ruido necesita".
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