Viernes, 12 de julio del 2013 Laura Núñez (Barcelona)

Últimamente me pregunto: ¿nos estamos convirtiendo los universitarios en unos jóvenes que no se interesan en aprender, sino en obtener los mejores resultados? Soy una estudiante universitaria de primer año que está viviendo la 'era Wert'. Empezar la universidad es un mundo nuevo, una especie de Juego de tronos donde o ganas, o mueres. Ya cuesta suficiente adaptarse y aceptar el cambio de notas a peor, y aun así conservar la ilusión, como para que los políticos te hagan cuestionar si realmente vales para la carrera que estás estudiando o deberías buscar otra que cuadrara con tu media. Hace unos meses algunos no teníamos constancia de la existencia del señor Wert. Pero parece que en poco más de ocho semanas, este político español se ha hecho más presente en nuestras vidas que nuestros famosos. Lo vemos incluso las noches antes de los exámenes, donde nos despierta diciendo: "Los universitarios no han de estudiar lo que les guste, sino lo que les dé un trabajo". Llega un momento en que estudias bajo presión, con el miedo de no llegar a la nota necesaria para tener la media justa. Cuando llegas a casa después del examen, tus padres te preguntan cómo te ha ido, y tú te preguntas: "¿Será suficiente?". Hay quien dice la universidad es el mejor momento de su vida. Pero ahora, para los estudiantes que tenemos una economía complicada no lo es. Las buenas notas ya no se convierten en motivo de celebración, sino en pequeños instantes de felicidad. Piensas que esta calificación quizá te acerca más a la beca al subir la media de las asignaturas más flojas. Parece que poco a poco las becas terminaran convirtiéndose en una especie de selección natural donde sólo sobreviven los mejor adaptados. Quizás acabaremos tan obsesionados con ellas que las haremos desaparecer para evitar convertirnos en seres como Gollum. Yo le pido a Wert empatía. Porque mientras la gente de tu alrededor te anima a seguir adelante, no resulta agradable que aparezca alguien que no te conoce de nada y afirme que no estás bien encaminado.

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