Ya no es una ola de corrupción lo que nos acecha sino un tsunami de sinvergüenzas fraudulentos que inundan los fondos del mal para rellenar sus arcas ahogándose en la riqueza más repugnante. Ya sea por defecto profesional y/o especialidad de la casta, un excesivo porcentaje de personajes granujas nos está demostrando que la política y el pudrerío utilizan cargos para cargarse en sus cuentas, poco corrientes y demasiado frecuentes, unos ceros que de sinceros y merecidos tienen poco… los ladrones. Demasiados casos de corrupción para soluciones escasas. Con una ficción más creíble que la ilegalidad política consentida, el país despierta cada día más pobre a causa de algún desvío de capitales aunque Madrid siga siendo el centro de la trama y raíz del problema, ya que sin duda todo viene dado desde donde se tira el dado y mueven los dedos las huellas de los testaferros. Sin presiones ni prisiones seguirán siendo ladrones, mercenarios de talones, traficantes de ahorros, agresores de la verdad, violadores del cinismo, terroristas de la legalidad, criminales sin honor y continuarán vejando a la sociedad civil violándonos a nuestras espaldas a la vez que nos dan por nulos. No olvidemos meter también entre rejas a los pajarillos que revolotean el aire del disimulo para ensobrarse las sobras de los buitres y borrando mellas de las posadas delictivas de sus padrastros. Con la justicia mirando de reojo, la prensa muda y la política viciada, solo queda un quehacer… tirar la basura por la borda y levantar el cubilete a los trileros de las pelotas.
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