Soy un catalán/español de origen marroquí. El 2 de agosto, mi abuela, de 70 años, que estaba con nosotros de vacaciones en Melilla, se cayó por la escalera. Al llegar a urgencias del Hospital Comarcal de Melilla, nos dijeron que no la podían atender porque su tarjeta sanitaria era del Servei Català de la Salut, no de la Seguridad Social, y que si la atendían nos iban a cobrar. Tras una agria discusión con el personal de urgencias sobre si teníamos derecho o no a la asistencia gratuita en ese centro, aceptaron atenderla y nos mandaron a la sala de espera. Cuando llegó su turno, le pedí a la enfermera entrar con ella, pues al margen de ser mayor y necesitar el apoyo de su familia, no domina bien el español ni recuerda el nombre de los medicamentos que toma. Pero la enfermera me lo impidió y respondió a mis quejas argumentando que no estábamos en Catalunya, donde hacemos con las normas lo que nos sale de... Tras otra discusión sobre Catalunya, accedieron a que entrara mi hermana. Las pruebas confirmaron la rotura de cadera y solicité entonces entrar para hablar con el médico e informarme, pero la enfermera me echó a gritos y empujones. Entonces salió el médico y me dijo «a ti no te vamos a decir nada». Cuando le dijeron a mi hermana que había que intervenir para colocar una prótesis, nos planteamos trasladar a mi abuela a Barcelona para poder estar a su lado no solo en la intervención sino también en la recuperación, y no dejarla sola en Melilla. Pero no logramos que los médicos nos asesoraran sobre las opciones, los riesgos, los pros y los contras del traslado. Solo nos insistieron en que firmáramos la autorización del alta y nos la llevásemos. También se nos negó una ambulancia para trasladarla a la casa donde estábamos en Melilla. Sin más opciones, organizamos por nuestra cuenta un traslado en vuelo regular para el día siguiente a Barcelona. Al llegar, la ingresamos en el Hospital Clínic, donde al explicar el caso se alarmaron no ya por el trato recibido sino por el riesgo que asumimos al trasladarla en esas condiciones. No quiero poner el acento en que el origen de estos hechos pueda ser un tema territorial sobre Catalunya y España, sino denunciar una falta de empatía con el enfermo y su familia y una negligencia que clamaron al cielo.
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