En estos días se celebran unas jornadas taurinas en el Centre Cultural La Bòbila de L’Hospitalet. No puedo contener mi estupefacción. Toda la vida he defendido la libertad y el respeto, y no creo que apoyar la tortura pública de animales sea un avance cultural. Dicen los expertos que la violencia engendra violencia. La Unesco reconoce que la exposición de los niños a la barbarie de las corridas es contraproducente, pero cuatro retrógrados insisten en hacer de la sangre ajena seña de identidad. Lo taurino, que no los toros, se extingue por irracional y caduco. Sin embargo, la ignorancia, o tal vez la provocación, llevan a la alcaldía de L’Hospitalet a remar contra los tiempos amparando una vergonzante tradición. Señores, esto no es Corea del Norte para prohibir las actividades de los que piensan distinto, pero no con mis impuestos ni al amparo de la Administración pública. Maltrato animal, no, gracias; y menos con apoyo institucional.
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