Miércoles, 17 de septiembre del 2014 Sebastià Padrós (Barcelona)

Nuestra sociedad es el producto de un largo proceso de civilización en el que se han tenido que superar episodios donde reinaba el carácter primitivo del ser humano. Por poner un ejemplo, una institución tan indulgente como la Iglesia católica sacrificó a miles de personas. El pasado 16 de septiembre, una parte importante de la población de Tordesillas, capitaneada por unos cuantos jinetes que cabalgaban lanzas en mano celebró, como cada año, el aquelarre practicado sobre un animal al que torturaron hasta la muerte, sin que la manifestación animalista lo impidiera o, al menos, lograra procurarle una muerte digna, una muerte exenta de sufrimientos. Hechos como este demuestran que nuestra sociedad es un cuerpo que contiene dos elementos inmiscibles (como el aceite y el agua): uno capaz de promover una salvajada como esta y otro que lucha por un futuro donde no sea posible llevar cabo cosas como esta. 

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