Repaso los artículos sobre la muerte de García Márquez y añoro hablar más sobre sus libros, pues de pronto todos lo conocieron en una fiesta o lo visitaron en Aracataca o Macondo. Así pues, yo también le conocí un día de instituto en que mi profesor de lengua me habló de 'Cien años de soledad', pero era joven para leerlo, me dijo. Adolescente testaruda, lo leí en pocos días. Le arranqué una sonrisa de orgullo cuando lo supo. García Márquez me hace ser amante de la literatura y de la justicia y me hace sonreír cuando mis alumnos me relatan cómo han estrangulado a una gaviota para sobrevivir como náufragos. Sienten indignación cuando se cometen muertes anunciadas en nombre del honor o porque algunos coroneles esperan eternamente promesas incumplidas. A veces sufren el calor caribeño y trabajan menos, pero entonces se enamoran en los tiempos del cólera y viven para contarlo. Finalmente, resumen que no hay que hacer mágica la realidad, sino querer verla así.
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