Las bombas que caen sobre Gaza no solo matan. El sufrimiento permanece mucho tiempo después. Muchos han perdido sus hogares o sus medios de vida: agricultores que no pueden acceder a sus tierras; pescadores que tienen que faenar en aguas cada vez más contaminadas... Antes, la situación no era mucho mejor. Ocho de cada diez gazatíes dependen de la ayuda humanitaria, y 1,8 millones de personas viven desde hace ocho años sometidos a un bloqueo que ha colapsado su economía. Un alto el fuego duradero es, sin duda, la condición sine qua non para construir la paz. Y es también más urgente que nunca recuperar un espacio humanitario en el que la población de ambos lados quede protegida de las armas y pueda vivir con dignidad, y las organizaciones humanitarias podamos entregar la ayuda que tanto se necesita. Hagamos del derecho internacional humanitario una realidad.
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