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EDUCACIÓN

El Sputnik en clase

Martes, 29 de diciembre del 2015 Josep Otón (Vicepresidente de la Aociación de Catedráticos de Instituto)

El año 1957, los rusos pusieron en órbita el primer satélite artificial de la historia: el Sputnik. Esta noticia conmocionó a muchos norteamericanos. En plena Guerra Fría, perdían terreno. El presidente se apresuró a tomar decisiones de gran calado. La primera fue la creación de la NASA, la agencia espacial.

La segunda fue una iniciativa menos célebre. Reunió a un grupo de expertos en la Casa Blanca con la intención de impulsar una reforma del sistema educativo y, unos meses después, se aprobó la NDEA (National Defense Education Act) cuyo objetivo era implantar una enseñanza más práctica y tecnológica para ganar la carrera del espacio. En aquella época, ocupaba el Despacho Oval el general Eisenhower, artífice del desembarco de Normandía, que tal vez confundía la educación con la instrucción militar y el funcionamiento del sistema escolar con los automatismos de un ejército disciplinado. El resultado fue que, mientras se conseguía enviar al primer humano a la Luna, se iniciaba la marginación de las humanidades en los currículums académicos, con la consiguiente degradación de la enseñanza.

La crisis del Sputnik es un ejemplo de cómo se instrumentaliza la educación para dar respuesta a una urgencia política. No siempre los cambios educativos se llevan a cabo en función de las necesidades del propio sistema, detectadas y denunciadas por los profesionales del aula, porque suelen prevalecer las agendas de los políticos ávidos de titulares que pongan de manifiesto, ante la opinión pública, su eficiencia como gestores. Podemos continuar malgastando recursos con sucesivas reformas educativas. Cuando se compruebe su ineficacia, se cuestionará de nuevo la capacidad de los docentes, sin evaluar las carencias del método implantado ni las secuelas de las decisiones precipitadas.

Es evidente que los problemas sociales reclaman la implicación de la escuela. No hace falta convencer de ello ni a maestros ni a profesores. Pero la didáctica no es una varita mágica que pueda resolver por sí misma los desafíos de una sociedad cada vez más compleja. Para abordar temas educativos, es imprescindible contar con el parecer de los profesionales de la enseñanza, los auténticos expertos en el tema. ¿Cuál será el próximo Sputnik que nos entrará en clase con una nueva ocurrencia pedagógica bajo del brazo que, en vez de mejorar lo que ya se hace, empeore aún más los resultados académicos?

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