La situación política y de relaciones entre Catalunya y España es la que es y que todos conocemos. Es una situación incongruente y nada eficaz desde cualquier punto de vista que no sea el político. Cualquier empresario o gestor sabe que hay que potenciar los mejores productos de una empresa si se quiere obtener el máximo beneficio. Hoy en día, Catalunya genera hasta un 20% del Producto Interior Btuto (PIB) español y es la número uno en exportaciones, en turismo, en patentes, en investigación y desarrollo, en recuperación industrial y de puestos de trabajo... En una situación normal, Catalunya debería estar diseñando y liderando las políticas industrial, comercial, laboral y fiscal en España. O al menos, debería estar participando muy directamente en su elaboración. Además, en su condición de mejor producto, Catalunya tendría que recibir las inversiones necesarias para facilitar su comercio con la Unión Europea y con el resto del mundo. Es decir, habría que impulsar de verdad el corredor mediterráneo, facilitar la conexión ferroviaria del puerto de Barcelona y también los accesos en tren y en metro al aeropuerto de El Prat. Y mejorar el servicio de trenes de Cercanías. Y mejorar la financiación. Nada de todo esto está pasando y, además, desde el Gobierno español se insiste en atacar el sistema lingüístico catalán y asfixiarnos económicamente. Todo ello explica por qué queremos gobernarnos nosotros mismos. ¿Alguien no lo entiende?
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