Cada mañana paso por enfrente de las floristerías de la Rambla. Observo una de ellas en la que las flores ya lucen temprano. Se percibe el esmero para que todo esté perfecto y limpio, hasta la chaquetita azul del dependiente parece recién alisada. La salvación de las floristerías de la Rambla pasa por lograr que el barcelonés encuentre gusto en corretear por ella y llevarse un ramo a casa. Muchos piensan que la Rambla ya no les pertenece. No es solo de flores de lo que hablamos, sino de la supervivencia de la identidad del centro. Hay aún pequeños negocios de precios justos y trato agradable que resisten entre lo superfluo. Vayamos y comprémosles un ramo. Basta de huir de nuestra Rambla, la Rambla será como el barcelonés quiera que sea, no la dejemos de lado, reconquistémosla, hay mucho en juego.
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