La sala de cine se encuentra casi llena. Van acomodándose en la platea los últimos espectadores despistados, que intentan evitar perderse el inicio de la película. Mientras esto sucede, se abre la puerta y se ve entrar a un ritmo muy lento a un señor de avanzada edad. Seguramente se trata de alguien con algún tipo de enfermedad que afecta a su movilidad.
El señor va acompañado de una señora. Después de avanzar apenas dos metros en unos dos minutos, se apagan las luces y se dispone a empezar la película. En ese momento el acomodador se acerca a la pareja con una linterna con la intención de ayudarles a llegar a su asiento. Cuando llegan a las escaleras después de varios minutos, el chico les pregunta: "¿Necesitan que les ayude?" Pregunta a la que la señora responde: "Lo único que necesitamos es tiempo"
Esta respuesta me conmueve, me emociona, me hace pensar sobre nuestra manera de vivir, sobre cómo a veces el hecho de tener un ritmo o una manera de funcionar diferente al de la mayoría llega a ser objeto de burla o de discriminación por parte de muchos. La respuesta de esa señora me lleva a reflexionar sobre la necesidad de revisar nuestro ritmo de vida (marcado, al fin y al cabo, por las necesidades del sistema) y nuestra egoísta mirada sobre los demás. La respuesta de esta señora me lleva a pensar en de qué forma nuestra mirada sobre los demás puede llegar a afectar a la vida de las personas.
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