Sábado, 18 de abril del 2015 Manuel Grima (Padova (Italia))

Hay fotos que pasan a la historia y, sin duda, la de Rodrigo Rato detenido por la policía y entrando en un coche para ir a declarar es una de ellas. Probablemente todo quede en un simple gesto, pero ¡qué gesto! Un gesto que desenmascara al considerado genio económico español y que pone en el punto de mira al Partido Popular, cuyos dirigentes deben de estar rezando a la virgen de la Fiscalía para que no se produzca un efecto dominó que les salpique a todos. Ya se sabe: cuando el río suena, agua lleva. Así pues, el famoso "milagro económico" ha acabado siendo, dicho educadamente, un desastre político. Y es que al que fuera Ministro de Economía y Hacienda, vicepresidente del Gobierno, director gerente del Fondo Monetario Internacional y presidente de Bankia se le acusa de fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales, tres nuevos delitos que sumar a su ya nutrido currículum de corruptelas.
Pero la cosa no acaba aquí. Rodrigo Rato, así como Luis Bárcenas, no es un lobo solitario ni una oveja negra. Allá por el 2012, un tal Cristóbal Montoro, sucesor del susodicho como ministro de Hacienda en el año 2000, decretó una amnistía fiscal a la cual, entre otros, se acogió Rodrigo Rato. ¡Qué casualidad! Pues no, no lo es. A pesar de tanta reforma educativa los españoles no somos tontos. Y estamos hartos. Hartos de que todos ustedes, independientemente del color de sus corbatas y de sus cortes de pelo. Hartos de que usen nuestro voto para su propio bien. De ahí la importancia de este pequeño gesto, utópico, pero esperanzador. Una pequeña luz al final del túnel. Un poco de justicia entre tanta corrupción.

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