Domingo, 21 de septiembre del 2014 J. Andries Schell (Barcelona)

A pesar de los avisos para que no me metiera en el nido franquista, hace 51 años llegué a la estación de França para quedarme, casarme y trabajar. Los primeros años fueron difíciles, y mantener mis principios por la democracia y la libertad me llevó más de una vez a la comisaría de la Via Laietana. En 1968 opté por cambiar de nacionalidad por el bien de mi familia. El debate principal entre mis amigos siempre giraba sobre el futuro de Catalunya en la nueva España tras la muerte de Franco. Así es como aprendí a entender la historia de esta tierra y amarla. El regreso de Josep Tarradellas pareció al menos abrir las puertas hacia una Catalunya libre pero cuando se construyó una España en democracia repartiendo autonomías para contentar a todos mi idea de una nueva Catalunya en un Estado federal se desvaneció. Nunca me sentí cómodo con el pujolismo y su visión comercial de Catalunya. Con la traición del PSC a Pasqual Maragall decidí apartarme del juego político, ya que empezaba a  coger un tufo insoportable. Todo esto nos llevó a un  Gobierno neofranquista con una mayoría absoluta que convierte el Parlamento en la goma de borrar como aquellas Cortes franquistas. Mientras esto sucedía, viví con esperanza las diades del 2012, 2013 y 2014, la esperanza de que una nueva Catalunya será posible porque ya no depende de los políticos sino de nosotros, del pueblo catalán. Tras la V ha habido de todo: sentimiento catalanista, intentos de buscar la mejor posición para su partido, otros que dibujan una Catalunya que solo existe en su imaginación. Mi postura es clara después de vivir intensamente el desarrollo de Catalunya desde una transición ya caduca hasta la Diada del 2012. He participado en todas las diades, como lo han hecho mis hijos y nietos, porque amo esta tierra y por eso quiero votar. Y cuando lo haga, mi voto será sí/sí.

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