Nací en Catalunya. Mi madre era murciana y mi padre, andaluz, aunque llevo apellido catalán debido a que hace siglos hubo una migración de catalanes a Andalucía. Mis padres vinieron a Catalunya a causa de la penuria y me enseñaron a respetar la tierra que les había acogido. Siempre he estado orgulloso de ser catalán y español, hasta que tuvo lugar la petición de Catalunya al Gobierno español de la devolución de los papeles de Salamanca confiscados por Franco. En esos años me di cuenta de quién mandaba en España, un Gobierno cerrado y autoritario pese a estar en democracia, Tanto tiempo después han devuelto solo parte de los papeles, no sin antes humillar a los catalanes ante toda España: el expoliado resultaba ser el expoliador. Luego vino la recogida de firmas contra Catalunya, la propaganda contra el catalán en la escuela, el boicot al cava... El mensaje era «vosotros, catalanes, que queréis ser diferentes; vosotros, perdedores de la guerra civil, ¿a cuenta de la democracia queréis privilegios? Lo que está pasando en Catalunya no es nuevo, es un anhelo, al que se ha sumado el efecto de la asfixia económica que sufre toda España y también Catalunya. Pero creo --y en mi caso así fue-- que el detonante ha sido la arrogancia y el desprecio del Gobierno hacia Catalunya desde hace varios años. "En España queremos a los catalanes", dijo el presidente Rajoy. No dudo de que a lo ancho de España haya gente que nos quiera, pero en Catalunya sabemos perfectamente que hay una España que no nos quiere, sencillamente porque no somos como quiere que seamos.
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