La amiga de la prima de mi cuñada (digámoslo así por si nos lee algún agente de la ley) alquila su piso a turistas. Si nos podemos en la piel de los vecinos, podemos entender fácilmente por qué están indignados ante la situación. La mayoría de los turistas creen, por algún motivo, que España es un país sin ley y aquí todo vale. Borracheras, fuertes ruidos y fiestas en mitad de la noche que no permiten conciliar el sueño a los vecinos. Sin embargo, y lo digo porque algo sé del tema, en la mayoría de las páginas web se puede elegir a quién vas a alquilar tu piso o habitación. Por ejemplo: James, inglés, de 20 años, quiere alquilar tu piso con tres amigos más. Mal. Ni se te ocurra aceptar. En cambio, sí que puedes prever que una pareja no vendrá en busca de ese tipo de vacaciones, sino simplemente con ganas de pasar unos días tranquilos en Barcelona, con mayores comodidades que en un hotel y disfrutando de un lugar menos frío e impersonal.
También deberíamos considerar que este tipo de turismo reduce la contaminación medioambiental. ¿Os imagináis la cantidad de bellos paisajes que se han destruido por la construcción de enormes complejos hoteleros? Es cierto que esta actividad no contribuye a incrementar las ganancias de los empresarios de hostelería, pero quizá estamos, sin saberlo, delante de la economía del futuro, en la que no hará falta construir y producir más y más para conseguir lo que queremos; una economía basada en compartir lo que ya tenemos para el disfrute de todos.
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