Hablo por los que como yo hemos pasado la cincuentena. Mi voz representa a muchos ciudadanos relegados al olvido por una sociedad infectada por un virus llamado crisis. Dicen algunos expertos que ya han encontrado la vacuna y que vamos saliendo de la cuarentena. Pero yo ya estoy cansada de palabras vacías y de falsas promesas. Estoy a solo cuatro meses de dejar de cobrar la prestación (y ya las he agotado todas). Y el vértigo que siento cada día al levantarme solo lo conoce quien está en una situación similar. No quiero seguir siendo un número más de la larga fila de parados; no quiero recibir limosna ni palmaditas en la espalda. Estoy cansada de enviar currículums y que me digan "Ya te avisaremos", cuando sé que por mi edad lo más probable es que no vuelva a trabajar. No quiero vaciar las arcas de la Seguridad Social recibiendo más ayudas ni prestaciones. Lo que quiero es lo que queremos los que tenemos más de 50: no ser invisible. Tengo facultades para seguir trabajando. Tengo la experiencia y el temple que dan los años. Y sobre todo tengo miedo de que se me acabe la prestación y no haya encontrado un empleo. Porque entonces me veré obligada a abandonar mi casa, porque no podré pagar el alquiler. Pero claro, qué más da, solo soy un número en la larga lista de desesperados.
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