Muchas veces, más de las que me gustaría admitir, me planteo de qué manera afecta la crisis a los jóvenes. Según el Instituto Nacional de Estadística, en el 2012 un total de 302.623 jóvenes españoles residían en otros países. Si, como las cifras indican, España es el país europeo en el cual hay más jóvenes que ni estudian ni trabajan, ¿de qué sirve invertir en educación, formación y la transmisión de diversos valores como la competitividad, persistencia e innovación si después tienen que buscarse la vida en el extranjero? No cabe duda de que España está pasando por un mal momento económico, solo es necesario leer las noticias o encender la televisión para observar la situación actual (recortes, corrupción, deudas…). Sin embargo, esto no justifica las carencias de las que adolece el sistema educativo del país. La realidad es que este no es un país para jóvenes, su política, su austeridad, su desigualdad y su crisis obligan a que se vayan cada vez de una forma más evidente.
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