Ahora que los programas estrella de entretenimiento hacen vacaciones nos quedan los maratones televisivos de niños muertos en Gaza, cuerpos mutilados en Ucrania o atentados en Irak. Todo un espectáculo macabro al que quizá nos estemos acostumbrando. Ya no vomitamos al observar la siega de vidas y el sufrimiento de nuestros semejantes. Contemplamos impasibles las guerras y la muerte en directo, sobre todo la comunidad internacional, que puede hacer mucho y apenas decide nada por la maraña de intereses que postergan soluciones y compromisos. Pobre futuro nos espera si este espectáculo de muerte no nos conmueve y nos hace levantarnos del sofá como un resorte, dispuestos a cambiar el mundo, a poner fin a la barbarie.
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