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INFRAESTRUCTURAS

El (mal) ejemplo de Castor

Jueves, 24 de julio del 2014 Mònica Guiteras (Observatori del Deute en la Globalització)

Pongamos que soy Florentino Pérez, que pido un préstamo, me lo conceden y empiezo un negocio, como mínimo, dudoso. El proyecto Castor. Entonces el Banco Europeo de Inversiones me refinancia la deuda que soy consciente de que no puedo pagar; la divide en pequeñas obligaciones (bonos) y las vende en los mercados financieros: mi deuda ya no es mía. Eso sí, tendré que pagar a los bonistas las retribuciones de los bonos más los intereses, en plazos (esta vez a 21 años), y de esta forma voy bastante menos ahogado.Cuando veo que la cosa se pone negra (terremotos), le digo al Estado que ya no quiero explotar el proyecto y que me indemnice porque (con dinero que ni siquiera es mío) no estoy teniendo los beneficios que esperaba. Cuando el Estado me pague, devolveré el dinero a los bonistas.Nos encanta decir que lo público no es eficiente; que donde se produce riqueza y trabajo es en la empresa privada. Pero fijémonos en cómo va la cosa. Los proyectos de infraestructuras que están supuestamente en manos privadas se hacen posibles a través del apuntalamiento desde lo público. Resulta que sí que hay dinero, como el dinero público que pasa a manos privadas de forma ilegítima a través de concesiones, autorizaciones, avales, cláusulas abusivas en los contratos... Esto es lo que hay detrás del éxito de la eficiente inversión privada. Cuando algo sale mal se asocia con el mal funcionamiento de lo público. Así, nos damos cuenta de que los famosos terremotos del Castor solo son la punta de un iceberg que acompaña hoy en día a la mayoría de los megaproyectos de infraestructuras en España, Europa y el mundo. Unos arreglos financieros que, por quedarse diluidos en la esfera de los mercados, son invisibles a los ojos de la ciudadanía.



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