Antes, al alumno hiperactivo se le consideraba maleducado. Al que tenía cierto retraso en el lenguaje se le podía considerar introvertido o vago. Y al que tardaba en aprender a leer, poco inteligente. Se interpretaba el fracaso en detrimento de la autoestima del alumno, que tenía dos opciones: el esfuerzo o el abandono. Algunos, con mucha rabia, esforzándose, superaban las dificultades. Otros, desanimados, dejaban de esforzarse y se rebelaban. Ahora, cuando un chico tiene dificultades, comenzamos exculpándolo. Los orígenes de su fracaso no los situamos en su voluntad, sino en su trastorno. «Tiene un TDAH, o un TEL, o es disléxico». Investigadores de la UOC y de la UB, mucho más que los docentes, lo ven así. Un grupo de investigación de estas dos universidades está estudiando el TEL, el Trastorno Específico del Lenguaje. Un trastorno que presentan muchos de los que fracasan.
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