El pasado mes de julio regresé al norte de Portugal, donde ya estuve hace tres años. En aquella ocasión vi en Oporto muchas casas medio derruidas, a la vez que un gran número de mendigos que llevaban, no hace falta decirlo, la pobreza más que pintada en la cara. Esta vez, vi exactamente las mismas casas en ruinas. Su existencia se explica sobre todo porque en muchas de ellas los alquileres son de renta antigua y viven uno o dos inquilinos en cada casa, por lo que a los propietarios les sale muy caro hacer cualquier tipo de reparación o reforma. En cuanto a los mendigos, mi sensación ha sido que hay menos, aunque para nada han desaparecido de las calles, donde todavía malviven muchos.
La guía del viaje, vecina de Oporto, nos hizo saber que de forma muy lenta y precaria iban notando una pequeña mejora de la grave crisis económica que tanto ha castigado Portugal. Al mismo tiempo, viven con mucha preocupación lo que sucede en Grecia, porque les recuerda a su propio su rescate. Los portugueses se sienten muy cercanos a los griegos y eso hace que sientan una gran empatía y comprensión hacia ellos ante la situación límite en que se encuentran.
Una comprensión y empatía que, por cierto, me pregunto si aquí, en nuestro país también se da fuera del ámbito de las promesas puramente preelectorales, con el consiguiente acompañamiento de las mutuas descalificaciones de siempre entre los diversos colores de tantas encendidas promesas.
Si quiere debatir sobre este tema, escríbanos aquí
Envía una carta del lector, opina sobre la actualidad y haznos llegar testimonios, denuncias y sugerencias para publicar en la edición impresa y en la web.
MOVILIDAD - Alessandro Malfatti (Barcelona)
SERVEIS - Enric Alfonso (Salou)
BARCELONA - José María Mateo (Santa Coloma)
ACTUALIDAD - Pablo Fuentes (Valladolid)
POLÍTICA - Antoni Tort (Barcelona)