Leo la carta de Pere Bravo (Que los ídolos ayuden a los niños con pocos recursos, publicada el 13 de septiembre) en la que decía que es intolerable que se cierren comedores infantiles. Lo primero que me vino a la cabeza al leer estas líneas fue una conversación que tuve con mi hijos de 10 y 16 años esa misma semana. A los dos les expliqué que formamos parte de la historia, que dentro de unos años saldremos en las pirámides de clases sociales como los nuevos pobres. Soy maestra de Infantil y de Audición y Lenguaje, y ejerzo como tal. Cada vez que voy a las tiendas, compro haciendo cálculo mental y dejando productos para no sobrepasar el presupuesto. Y mis hijos me preguntan cuántas galletas se pueden comer. Y les oigo hablar de cómo racionar los cereales para que duren toda la semana. Y en invierno no ponemos en marcha la calefacción. Y pago la hipoteca, la luz, el agua, los impuestos, la comunidad, la gasolina, los extras... Y con lo que sobra compro y racionalizo la comida. Y...
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