Las habitaciones del hospital materno-infantil del Vall d'Hebron tienen las dimensiones suficientes para dar cabida a una cama con su cunita. Pero no es así. En nombre de la optimización de recursos y fruto de los recortes, en estas habitaciones se han colocado dos camas y dos cunitas, circunstancia que, sumada a la presencia de los acompañantes y las visitas, hace que se parezcan más al camarote de los Hermanos Marx que a la estancia tranquila, limpia y serena que debe ser la habitación de un hospital. Si encima quiere entrar en ella una persona en silla de ruedas, como fue mi caso, no quieran saber las maniobras que hay que hacer. Es indignante tratar de esta manera a la gente. Seguro que hay plantas cerradas. Lo único que nos salva es el personal, que es sumamente solícito y profesional.
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