En un país de gente poco decidida seguramente será un nuevo disparo al aire, pero eso no me frena de dirigirme al actual alcalde de Tortosa, el convergente Ferran Bel, y por extensión al actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, para pedirles una vez más que hagan todo lo posible, aunque sea solo en aplicación de la débil ley de Memoria Histórica, para sacar de una vez el monumento franquista que se alza aún al paso del río por la capital del Baix Ebre. Si queremos un país libre y justo, y ahora que se conmemora el inicio de la Batalla del Ebro y en memoria de personas como mi tío paterno José Pinyol o mi abuelo Joan Colom, dos más entre las miles de víctimas de la sangría que comenzó en 1936, resulta un insulto en mayúsculas y un atentado contra la inteligencia y los sentimientos humanos que Tortosa continúe proclamando a los cuatro vientos el honor "a los combatientes que hallaron gloria en la batalla del Ebro". Si no lo entienden así, alcalde y presidente, es que también sufren un alto grado de insensibilidad.
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