Pido perdón a quien corresponda, a la sociedad, al Estado, al Gobierno, a los gobernantes, a los contribuyentes. Pido perdón por vivir aquí. Por no marcharme al extranjero a «buscarme la vida», por no «buscar un futuro mejor lejos de aquí». Y así es como supongo que se siente mucha gente joven, entre el sentimiento de culpabilidad y el de seguir luchando. Resulta que somos nosotros, los jóvenes, los que debemos poner solución a los daños que nuestro sistema nos ha causado. Pero no es culpa nuestra que en 35 años la ley educativa de este país haya cambiado en ocho ocasiones. Que nuestro nivel de inglés sea pésimo y que ahora urja cambiarlo a trompicones, con calzador. Que hayan subido las tasas y la ratio a 30 alumnos y que hayan bajado las becas. Que la educación esté condicionada por el nivel económico de las familias. Pero a lo mejor sí es culpa nuestra. Por permitirlo. Por dejarles que nos quiten los derechos y conformarnos, por el esto es lo que hay. Por irnos al extranjero, porque es lo mejor para nosotros, y no quedarnos aquí para luchar por lo que nos pertenece. Por permitir que nos pisen, que nos exploten, que nos roben, que nos sugieran que quitemos nuestros estudios del currículo para así tener más oportunidades laborales. Váyanse ustedes, políticos corruptos. Dejen de envenenar el sistema. Dejen de hundir a los jóvenes. Dejen de echarnos del país. Váyanse y no vuelvan.
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