Los recientes atentados en Europa han despertado mis antiguos miedos. Fui profesora de secundaria en la escuela pública hasta el 2006. Creo que tanto yo como mis compañeros de esa etapa podemos afirmar que no existía una política de inmigración. La excusa usada por los distintos gobiernos catalanes es que la mejor integración consiste en dejar caer al niño en un aula con 21 nacionalidades y mayoría de desconocedores del catalán y el castellano. La consecuencia lógica fue que muchos no lograron el graduado escolar, y los que sí, promocionaron pero no asimilaron, es decir, muchos no entienden lo que leen. Dudo que estos jóvenes logren un trabajo digno. Y sabemos lo que pasa cuando las personas se ven abocadas al paro y la miseria: algo parecido a los disturbios en Francia e Inglaterra. O peor: la atracción por ideologías que les den identidad y expectativas de sentirse útiles.
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