A Alexander, el chico transexual de Cádiz, se le ha vuelto a denegar la posibilidad de ser padrino. El obispo de Cádiz alega que no es sana una actitud que pretenda "cancelar la diferencia sexual" y se ha ofrecido a ayudar "con entrañas de misericordia". La vergüenza se apodera de mí como cristiano practicante, y la exclusión se apoderó de ellos. Apelan a la misericordia en un interés discriminatorio y parcial, buscando la regulación de la sexualidad como si ellos tuvieran el patrimonio de lo bueno y lo malo, de la decencia. Este año es el Año de la Misericordia, así lo ha dicho el papa Francisco, y resulta que el obispo ha ido a preguntar cuánta misericordia se puede ejercer con el chico de Cádiz al dicasterio de la Doctrina de la Fe. Y al parecer le han dicho que le eche entrañas, pero que de ser padrino nada, no vaya a ser que no esté limpito de pecado, reluciente de vida casta. El gran problema está en preguntarle a Doctrina de la Fe, que no se ha enterado de que hay vida fuera del Vaticano, fuera de los muros de la santa doctrina que, por cierto, no se aplica igual para todos; es más dura si en ella aparece la palabra sexo. Se han olvidado de que en todo proceso de reasignación de sexo hay amor a uno mismo, amor a la coherencia del Creador, amor a Dios, aunque a ellos se les llene la boca en #elañodelamisericordia.
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