Sábado, 25 de abril del 2015 M. Antònia Díaz (Molins de Rei)

A raíz de la noticia de la agresión de un alumno a sus profesores y compañeros en el IES Joan Fuster quisiera comentar un hecho. Tengo una amiga con dos hijas. La mayor está esperando a ser diagnosticada desde principios de enero de un posible trastorno alimentario. Se le ha hecho un seguimiento por el médico de cabecera por una pérdida de peso constante y se decidió diagnosticar y empezar tratamiento psicológico. Desde enero hasta ahora esta niña solo ha hecho una visita con el psicólogo.
La madre, preocupada, llamó varias veces tanto al psicólogo como al médico de cabecera preguntando si es normal que se alargue todo tanto. También preguntó al psicólogo qué actitud deben tener los padres con su hija, pues no se han encontrado nunca en un caso como este y no saben cómo deben actuar. Por el momento, nadie les ha dado aún ninguna pauta a seguir. La respuesta del psicólogo ha sido que están saturados y que no dan más de sí, que si los recortes, que si esto, que si aquello. Y que si la ve muy mal, que la lleve a Urgencias de Sant Joan de Déu. El médico de cabecera argumenta lo mismo que el psicólogo y ofrece a los padres buscar una consulta particular.
Cuando hay un trastorno psicológico, sea del tipo que sea, si se deja avanzar en el tiempo ¿qué creen que puede pasar? ¿Es normal que un trastorno que ya podía estar diagnosticado y en fase de tratamiento –estamos hablando de un retraso mínimo de tres meses– pueda tener consecuencias nefastas para las personas? Después nos extrañamos cuando suceden desgracias. A mi amiga no se le acaban los problemas con la hija mayor. A la pequeña le  ha empezado a salir una urticaria en las piernas. La llevó  al pediatra y este la derivó al dermatólogo. ¿Saben para cuándo le han dado hora? ¡Para julio! Mientras, se tomará antihistamínicos durante todo este tiempo sin diagnóstico previo. 

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