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COMERCIOS HISTÓRICOS

La identidad de Barcelona, en extinción

Sábado, 8 de febrero del 2014 Guillermo Martí (San Pol de Mar)

Me entristece la noticia del cierre de muchos de los comercios singulares e históricos de las calles de Barcelona que se están produciendo últimamente, como la chocolatería Fargas (1827), la pastelería La Colmena (1890) o el colmado Quílez (1940). Además de sufrir la crisis, estos comercios han visto aumentar el precio de sus alquileres debido a las nuevas actualizaciones de los inmuebles, de manera que resulta muy difícil y poco rentable seguir adelante con el negocio. Entiendo que la solución es difícil ya que los propietarios de estos locales tienen todo el derecho a cobrar un alquiler más alto ya que en muchos casos estaba totalmente desfasado con respecto al mercado actual. También comprendo que el Ayuntamiento tenga poco margen de maniobra si no es a costa de algún tipo de impuesto para su conservación, y ya tenemos demasiados impuestos. 
Creo que, en primer lugar, se debería hacer un inventario riguroso de todos los comercios históricos y de valor artístico de la ciudad, como se hace con los edificios, y en segundo lugar, rebajar los impuestos a estos comercios para que puedan sufragar así los gastos. No sé si esto es factible legalmente pero, en cualquier caso, habría que buscar alternativas. No comparto algunas voces que hablan de evitar la nostalgia innata. No se trata solo de nostalgia ni de un deber, sino de una apuesta por conservar parte de la singularidad de las calles de nuestra ciudad, uno de los motivos por los que el turismo en Barcelona alcanza una de las cifras más altas de toda Europa. Y este no es un motivo nostálgico sino económico. Cuando el turista sensible y culto venga y vea que Barcelona se ha vuelto de plástico, metacrilato y música machacona dejará de visitarnos.



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