Venga de donde venga el dinero del PP, el objetivo último de los donantes es interferir en las administraciones buscando ventajas para sus negocios. En las administraciones españolas, para corromperse no hace falta querer cometer este delito. La corrupción se produce simplemente, sin esfuerzo; basta con asumirla como un engranaje del sistema. Es lo que nos han confirmado sentencias como las de Camps, Filesa, Naseiro¿ Todos los responsables, ante la opinión pública, banalizan la corrupción en general para relativizar la suya propia, cuando es una aberración de la conciencia moral. El corrupto se siente invulnerable por su pericia para conjurar los riesgos. Cuando es descubierto se cree superior, uno de los miembros más valiosos del grupo, que no puede ser objeto de juicio o crítica por otros, inferiores. La falta de motivación para cumplir la legalidad se torna en indiferencia afectiva; la ética pública se amolda a las exigencias del implicado y los más débiles, los administrados, solo somos meros espectadores. Para mantenerse al margen de la corrupción es imprescindible una actitud proactiva en defensa de la legalidad, por parte de los empleados públicos que no queremos participar en esa actividad deplorable.
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