Jueves, 29 de enero del 2015 Selena Alonso (Sant Adrià del Besòs)

España es triste por muchas cosas, pero voy a hablar de la que me toca de lleno: la investigación. Desde que tienes uso de razón sabes que quieres dedicarte a la ciencia. A investigar. A intentar ayudar a la gente desde el lado que nadie ve: el laboratorio. Porque cuando nos tomamos una pastilla para el dolor de cabeza, no pensamos en la gente que ha trabajado en ella, sencillamente nos la tomamos y esperamos a que nos haga efecto. Eso sí, como siga doliendo, siempre pensamos que ojalá saquen un producto mejor. Por no hablar de cuando una persona padece  una enfermedad y le dicen que no hay cura. Entonces empezamos a acordarnos de esa cosa extraña llamada investigación, y nos enfadamos, y pensamos que por qué no han sacado ya un tratamiento para eso. Pero ¿cómo, si no hay recursos para investigar? Y eso es lo que me duele: que no hay un duro. 
Me he pasado la vida estudiando, siendo una empollona que no salía de su cuarto en todo el día porque tenía que estudiar. Que prefería prepararse los exámenes a salir de fiesta por ahí. Todo para, el día de mañana, hacer lo que más me gusta: investigar. Porque la gente muere, la gente sufre. Y para mí, eso es motivo suficiente para dedicar mi vida a ayudar a los demás, a conseguir avances en el cáncer o en vacunas contra parásitos, bacterias o virus. Así que intenté hacer todo eso sin salir de mi país. Ilusa. Ahora me doy cuenta de que sí, en España hay grupos de investigación que te quitan el hipo, con proyectos que, de ser aprobados, conseguirían unos avances increíbles. Pero cuando intentas formar parte de ellos, no puedes. No hay recursos. Es más fácil conseguir financiación para montar una empresa que haga tetas de plástico que para un tratamiento para la colitis ulcerosa. Ya no hablemos del dinero que se tira en cosas banales o del que se queda en los bolsillos de políticos corruptos. Sea como sea, el dinero nunca llega adonde tiene que llegar. España es triste. 

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