Jueves, 20 de noviembre del 2014 Ricardo Gutiérrez (Sevilla)

Queremos soñar despiertos y no, como nos ocurre día tras día, despertar después de un mal sueño fruto de la saturación mental que nos produce la reiterada actuación amoral de quienes carecen de principios de toda índole. Mientras desayunamos dedicamos un breve periodo de nuestro tiempo diario a estar informados y de una forma u otra vamos conociendo una nueva denominación  de la corrupción (Púnica, Madeja, Enredadera, etcétera). Si seguimos con esta dinámica agotaremos pronto nuestro extenso lenguaje. En 1978, ilusionados con nuestra nueva Constitución, creíamos haber empezado a descargar el lastre del poder único y autoritario que nos había precedido y de aquellos individuos que campaban a sus anchas haciendo y deshaciendo con el único fin de enriquecerse a costa de la miseria que nos dejaban a los demás para mal vivir.
Nuestra sociedad actual ha evolucionado y no está dispuesta a ser sumisa y resignada al albur de quienes pretenden tener patente de corso. Estamos llegando a una situación de hartazgo social y necesitamos un verdadero cambio de ciclo, ya que lo que estamos viviendo en estos últimos años es una repetición del ciclo anterior, eso sí, este bajo el paraguas de la democracia. Nos son indiferentes las siglas bajo las cuales se lleve a cabo el cambio de ciclo, siempre que las conocidas o de nueva creación respeten los principios elementales (honradez, honestidad, transparencia, bien común, respeto, responsabilidad, etcétera), digan la verdad por dolorosa que esta sea (sin engaños, sin medias tintas) y asuman sus consecuencias cuando haya lugar. Si quienes nos representan o dirigen no efectúan un elemental ejercicio de contrición se verán abocados al repudio y al olvido político, reemplazados por aquellos que susciten ilusión y la sociedad crea que son merecedores de su confianza, aunque para ello habrá que esperar a que nos pronunciemos en la urnas.

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