Domingo, 23 de diciembre del 2012 Enric Prats (Mollet del Vallès)

Si se dan una vuelta por el Besòs se percatarán del cambio que ha sufrido: ha pasado de parecer un vertedero a albergar muchas aves que no habíamos visto nunca en zonas industrializadas como esta. Esto ha sido posible con un esfuerzo normativo de cuidado del medio ambiente que supone también un esfuerzo económico por parte de la Administración, de las empresas y también de todos nosotros, que pagamos más caro todo lo que se produce en nuestro entorno por haberse hecho de forma más cuidadosa con el medio ambiente. Es de imaginar que las cosas se hacen de forma parecida en gran parte de Europa, y también es cierto que una gran cantidad de la industria europea ha deslocalizado su producción hacia Asia principalmente pero, ¿podemos estar seguros de que la gran cantidad de productos que casi nos vemos obligados a consumir provenientes de estos países han sido producidos bajo una normativa medioambiental responsable? Si gravar el comercio de productos de otros países no es bien visto a ojos de los mercados, sí que podría serlo gravarlos desde el punto de vista del cuidado del planeta. No sirve de nada que nos preocupemos de ello solamente en Europa; es más, pronto no hará falta pues cada día hay menos empresas. Si los precios se equiparasen mediante un impuesto de este tipo nos sería más fácil comprar productos de proximidad, y que no hiciera falta el impuesto significaría que los gigantes asiáticos producirían más caro por estar haciéndolo con cuidado del medio ambiente.

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