Es un gran ejemplo que en Catalunya tengamos tantos voluntarios. Fijémonos en el amplio elenco de oenegés, clubes y asociaciones de todo tipo que conforman la sociedad catalana. Todas estas instituciones se sostienen y funcionan por el voluntariado, miles y miles de personas de toda edad, género y condición. Por eso, no es de extrañar el éxito de las manifestaciones del 11 de septiembre y similares. Tenemos una sociedad más vertebrada de lo que pensamos. Si los objetivos son dignos, los ciudadanos de Catalunya nos apuntamos, lo cual da una imagen de Catalunya como país solidario, tolerante, emprendedor y creador de bienes inmateriales. Haría bien el Estado español y sus instituciones en no menospreciar esta tierra que acoge a quien la considera como su casa. Ahora, y desde tiempo inmemorial, recibimos todo tipo de oprobios: nuestra cultura escarnecida, la lengua despreciada, la economía depredada... ¿Cómo pretenden que nos sintamos bien en España? El coraje que pone el voluntariado en actividades y actitudes al servicio del conjunto de la sociedad es la manifestación de la fuerza necesaria que tenemos para hacer frente al trato ignominioso que injustamente recibimos como pueblo que solamente quiere ser libre.
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