Hasta el infinito y más allá, se leía en uno de los globos que acompañaron a Gerard Sánchez en su despedida, mientras sonaba la música de La guerra de las galaxias, que le encantaba. Gerard, un niño de tres años, cariñoso, inocente y con una imaginación sin límites, sufrió el ataque cruel de las tropas imperiales con una arma letal, la panencefalitis esclerosante subaguda, una despiadada dolencia que consumió su breve vida. Un trastorno casi desconocido, con muy pocos pacientes, o lo que es lo mismo... sin apenas investigación ni avances. Los dioses –que, digo yo, tiene que haberlos– o son muy crueles o deben estar afectados por un ERTE; si no, de verdad que no lo entiendo. Gerard, Sandra, Javi… Que la fuerza os acompañe.
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